Los rescatistas dijeron que tras 36 horas de transcurrido el terremoto de 8.2 grados Richter, escucharon el llanto de un niño, por lo que comenzaron a preguntar si había alguien y escucharon una voz.
Se identificó como Josué, dijo tener 11 años y pedía a gritos ser rescatado. "¡ayuda, por aquí, estoy debajo de la pared!.
Contaron los socorritas que a pesar de que lograron visualizarlo, se le dificultaba llegar al área en la que estaba, por lo que primero trataron de animarlo y tranquilizarlo, asegurando que lo iban a rescatar.
La labor de rescate fue realizada por los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional y por la Policía Federal, bajo escombros en la séptima sección del municpio más devastado del país.
El rescate fue un aliciente para los que de manera altruista colaboraban en esta labor.
Cuando por fin pudieron llegar al niño, Josué presentaba un cuadro de deshidratación y stress.
De inmediato, Josué fue trasladado al servicio médico instalado de manera conjunta por los gobiernos federal y estatal, donde fue revisado para descartar traumatismo craneoencefálico debido a la loza que le cayó encima.
Posteriormente personal del Ejército Mexicano dio el apoyo para trasladar a Josué a un hospital y ser internado de inmediato.
Josué dormía cuando el Jueves a las 11:49 de la noche su casa comenzó a moverse de un lado a otro, a pesar de que intentó salir corriendo, no lo logró y el techo se le vino encima, dejándolo completamente sepultado.
Los pobladores han organizado velorios callejeros, lo han hecho al aire libre porque no hay un lugar seguro dónde rezarles a sus difuntos, esto ya que en las ultimas horas se han registrado poco más de 600 replicas en dicho lugar.
Se calcula que más del 40 por ciento de las construcciones se vinieron abajo. Y las que no cayeron, están dañadas o cuarteadas.
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